LOS DOCE INDICADORES QUE CALIFICAN A UN ESTADO COMO FALLIDO
1. Crecientes presiones demográficas
2. Movimiento masivos de refugiados y desplazados internos
3. Legados de grupos que buscan venganza o que se siente perseguidos
4. Éxodo crónico y sostenido de la población
5. Desigual desarrollo económico de distintos grupos
6. Declinación económica severa
7. Criminalización o pérdida de legitimidad del Estado
8. Deterioro progresivo de los servicios públicos
9. Suspensión o aplicación arbitraria del Estado de derecho y extensas violaciones de los derechos humanos
10. Aparato de seguridad que opera de manera independiente del Estado
11. Prominencia de élites sectorizadas
12. Intervención de otros Estados o actores políticos externos
EL PUNTO 1 Y 2 QUIERASE O NO SE DA
EL PUNTO 3 LA PRENSA LO CONTESTA A DIARIO
4.-EL EXODO CRONICO HACIA LOS ESTADOS UNIDOS AUMENTA
EL PUNTO 5 SE DA TAMBIEN
EL 6- SE ESTA DANDO CON MUCHA CELERIDAD
EL 7- ES EL MAS GRAVE EL GOBIERNO ACTUAL EN MEXICO ES ILEGITIMO
8-EN EL DF. NO SE NOTA TANTO COMO EN PROVINCIA
9- AQUI ES OBVIO QUE LA IMPUNIDAD Y LA CORRUPCION IMPERAN EN MEXICO
10-LAS MAFIAS POLICIACAS Y MANDOS SUPERIORES INFILTRADOS POR EL NARCO
11.- LA BUROCRACIA DORADA, LA ELITE POLITICA, NARCOPOLITICA Y LA EMPRESARIAL
12 PLAN MERIDA
En general, el índice se articula alrededor de dos variables explicativas: el desarrollo desigual en la sociedad y la falta de legitimidad del Estado. En las descripciones de estos indicadores observamos claramente el componente ideológico que se menciona Por ejemplo, en el último de estos indicadores se incluye la presencia extranjera aún cuando esta proviene de misiones de paz o ayuda externa; sin embargo, es utilizada para describir la falencia de un Estado.
a sentir de muchos mexicanos se tiene la sensacion de que los gringos aprovecharan esta grieta de estado fallido para justificar su presencia militar pues el agachon de calderon casi suplica de rodillas la ayuda militar estadounidense
POR QUE LOS GRINGOS LLAMAN FOCOS ROJOS A PAKISTAN Y MEXICO?
VEAMOS COMO ESTA PAKISTAN
LEAN CON ATENCION Y VERAN EL PARALELISMO DE LA CONDUCTA DE MUSHARRAFA Y FELIPE CALDERON
El agravamiento de la crisis de legitimidad
Las principales tendencias de inestabilidad observadas en 2006 parecieron continuar en 2007,
y aunque todavía no se han incluido en la actualización del FSI, es probable que la clasifi cación
de Pakistán haya vuelto a empeorar. Por ejemplo, la escalada de tensión vivida en enero entre
el Gobierno y la Mezquita Roja de Islamabad, centro religioso en el corazón de la capital,
justo al lado de los principales edifi cios gubernamentales y militares, y a la que se acusó de
promover una rama radical del Islam. Tras meses de acalorados intercambios de palabras y un
endurecimiento de ambas posturas, fi nalmente a principios de julio de 2007, la confrontación
degeneró primero en un asedio armado y, más tarde, en una intervención que terminó con las
fuerzas de seguridad pakistaníes haciéndose con el control absoluto de la mezquita, a costa
de más de 100 bajas. El enfrentamiento de carácter militar entre el Gobierno y los clérigos
y estudiantes de la mezquita fue otro síntoma de las políticas cada vez menos populares del
general Musharraf, especialmente en relación con su apoyo a la guerra contra el terrorismo
liderada por Estados Unidos
¿Un aparato de seguridad cohesivo?
En su intento por mantenerse en el poder, Musharraf no le ha hecho un gran favor a la
democracia. Todo lo contrario. Su cambio de dirección hacia medidas autoritarias ha “alejado
a todas las fuerzas liberales, seculares y modernas de Pakistán, con la excepción de algunos
empresarios y su propia comunidad” de refugiados indios establecida en la provincia de Sindh.
Para poder mantener las riendas de forma efectiva sobre las aspiraciones de independencia
de algunos sectores del poder judicial, suspender la Constitución, silenciar los medios de
comunicación hostiles, y resistir a la oposición política que cada vez deja oír más su voz, no le
ha quedado otro remedio que confi ar en el apoyo del “ejército, distintos políticos feudales y
algunos fundamentalistas amigos”.5 Las fuerzas armadas, en concreto, siguen siendo la apuesta
más segura para la supervivencia política de Musharraf. Un complejo proceso de integración e
intercambio de favores recíprocos entre el Presidente y el ejército, que se puso en marcha tras
el golpe de 1999, ha dado lugar a un sistema de gobernabilidad en el que este último ejerce un
amplio control sobre el Estado pakistaní y su economía. Por ejemplo, los generales retirados
han ocupado regularmente puestos de autoridad clave dentro del Gobierno y las empresas
¿Está perdiendo fuerza Musharraf?
La evidente tendencia de Pervez Musharraf hacia el autoritarismo desde 2006, que culminó
con la declaración del estado de emergencia el 4 de noviembre de 2007, suele verse como
una mera demostración de fuerza, pero también podría considerarse como el último intento
de contrarrestar y esconder las crecientes fl aquezas del sistema de poder. En este sentido,
el asesinato de la presidenta del Partido Popular de Pakistán (PPP), Benazir Bhutto, podría
haber abierto un nuevo capítulo en la creciente atmósfera de inestabilidad que vive el país,
convirtiéndose en el hecho fi nal que inclinaría la balanza contra su principal oponente político,
el presidente Musharraf. Cada vez son más los pakistaníes que lo asocian con las múltiples
crisis que han venido afectando al país en los últimos tiempos. Además de estos problemas de
legitimidad y estabilidad, ya discutidos anteriormente en este artículo, surgen inexorablemente
nuevas cuestiones, que están empezando a plantear serios desafíos a la capacidad de Musharraf
para gestionar los asuntos de Estado. Por ejemplo, la escasez de energía y alimentos que ha
azotado el país en los últimos dos meses. Si bien el Gobierno no ha tardado en apuntar al
acaparamiento de suministros y al contrabando como causas del problema, su estrategia para
corregir la situación no ha sido muy bien recibida. Honrando a sus propios orígenes militares,
el general Musharraf ha decidido desplegar las fuerzas paramilitares para monitorear la cadena
de suministro de trigo en los almacenes y los centros de producción. Pero tal como señaló un
comentarista político local, “para Musharraf, el ejército parece ser la panacea de todos los
males, cuando claramente su amplia participación en la esfera civil ha originado insuperables
problemas de seguridad e inestabilidad política, que plantean un desafío a la integridad del
Estado”.
enviado por Silius Z