Secretaría de la Hacienda Pública
del Gobierno Legítimo
Febrero 2007
¿Qué son Proyectos de Impacto Diferido en el Gasto (PIDIREGAS)?
I.- Antecedentes:
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su articulo 73 fracción VIII, establece claramente como una facultad exclusiva del Congreso la de sentar las bases sobre las cuales el Ejecutivo Federal puede celebrar empréstitos sobre el crédito de la Nación.
El mismo ordenamiento establece que es el Congreso de la Unión el único Poder facultado para aprobar la deuda pública, para reconocerla y por lo tanto para mandar pagar la deuda nacional.
De esta manera y con el objeto de regular la aplicación de este mandato constitucional el 31 de diciembre de 1976 se publicó la Ley General de Deuda Pública donde entre otros señalamientos se plasma claramente el papel que juega tanto el Congreso como el Ejecutivo Federal en materia de deuda pública.
Sin embargo a pesar de lo anterior el 21 de diciembre de 1995 se llevaron a cabo modificaciones a la Ley General de Deuda Pública estableciendo un nuevo concepto denominado “deuda contingente” o “pasivos indirectos” esta sutil, pero significativa modificación ha provocado que el Ejecutivo Federal haya intentado “eludir“el papel del Congreso de la Unión en la aprobación del endeudamiento de la Nación.
Bajo la modalidad del término de “pasivos contingentes” se han llevado a cabo operaciones que han endeudado a la economía sin estricto apego al cumplimiento del mandato constitucional.
Desafortunadamente la mayoría de este endeudamiento ha sido contraído con el único objeto de rescatar a grandes inversionistas y grandes deudores como lo fue el rescate bancario, el carretero y el de la banca de desarrollo.
En otra de sus modalidades, el concepto de “pasivos contingentes” han servido para permitir la inversión extranjera en sectores reservados exclusivamente al estado mexicano paralelamente el endeudamiento de la Nación, a través de los multicitados Proyectos de Inversión con Impacto Diferido en el Gasto Público (PIDIREGAS).
De hecho tal parece que el término “contingente” en nuestro país se ha asociado al ocultamiento de información, a la falta de transparencia y a la carencia absoluta de rendición de cuentas.
Para ello sólo basta mencionar que de acuerdo a los informes sobre la situación económica y de las finanzas públicas y la deuda pública que elabora la SHCP, al mes de diciembre del 2006 la deuda Contingente o No Presupuestaria ascendió a 1 billón 563 mil 485.9 millones de pesos, cifra que representa el 46.6% de la deuda total y son obligaciones de pago definidas como “pasivos contingentes” los cuales no han contado con la aprobación explícita del Congreso.
Este manejo discrecional del endeudamiento público por parte del Ejecutivo Federal, ha sido facilitado por el contenido del artículo primero de la Ley General de Deuda Pública, ya que actualmente define como deuda pública a las obligaciones de pasivo, directas o contingentes derivadas de financiamientos y a cargo de las entidades públicas.
II.- Que son los PIDIREGAS:
Con el objeto de generar la infraestructura pública necesaria para el país, en diciembre de 1995 se reformó la Ley General de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal y la Ley General de Deuda Pública en sus artículos 30 y 18 respectivamente. Estas reformas dieron lugar a los proyectos de infraestructura productiva de largo plazo, también conocidos como PIDIREGAS.
Bajo este esquema de financiamiento, la ejecución de obras se encomienda a empresas privadas, previa licitación pública. Estas empresas llevan a cabo las inversiones respectivas por cuenta y orden de las entidades públicas y, con frecuencia, obtienen el financiamiento con el cual se cubre el costo de los proyectos durante el período de construcción.
Así se puede definir a los PIDIREGAS como aquellas inversiones que realizan algunas entidades del Sector Paraestatal bajo control presupuestario directo, con financiamiento privado de largo plazo, para constituir activos generadores de ingresos y cuyo impacto presupuestario se difiere en los subsecuentes ejercicios fiscales.
En otras palabras, los PIDIREGAS son proyectos de inversión de largo plazo, que se licitan a empresas privadas para que hagan el trabajo. Estas empresas son las que realizan la inversión y comienzan a recibir el pago a partir del momento en que entregan su obra al gobierno.
En principio este esquema tenía ciertas ventajas:
· No tendría un impacto en las finanzas gubernamentales, es decir en el gasto público, en virtud de que el fondeo de dichos proyectos se realizaría con recursos aportados por el desarrollador del mismo y se amortizaría con los ingresos futuros que al gobierno le generaría la operación de la obra construida.
· Lo anterior permitía destinar recursos fiscales a sectores de menor rentabilidad pero con un alto impacto social.
Debido a las elevados volúmenes de inversión y a la restricción en el gasto público (para mantener bajos deficits gubernamentales) el sector energético, (principalmente el petrolero) ha sido el que más ha concentrado el desarrollo de este tipo de proyectos.
Esto ha confrontado inclusive al marco jurídico existente, dado que la inversión en el sector energético es una actividad reservada al Estado de acuerdo a nuestra Constitución.
Es importante mencionar que de acuerdo al marco jurídico vigente las obligaciones de pago de estos proyectos cuentan con la garantía del Gobierno Federal por lo que si estos proyectos no son autofinanciables posiblemente tendrían que ser liquidados con recursos fiscales, aunque no hayan contado con la aprobación explícita del Congreso.
III.- El Espíritu Original de estos Proyectos se Pervirtió:
Su naturaleza y origen obedece a evitar que el sector público destine recursos a obras de inversión y que sea la iniciativa privada la que financie la totalidad del costo, por lo que el plazo para su amortización para el gobierno depende de lo que dure la recuperación de la inversión.
Sin embargo, esta modalidad se ha modificado a través de los años y en la actualidad, el gobierno mexicano se ha visto obligado por cuestiones de ahorro en costos financieros a crear la figura de un fideicomiso, que se ha denominado “fideicomiso maestro” este fideicomiso es quién recibe los financiamientos que son utilizados por la iniciativa privada para el desarrollo del proyecto en cuestión.
En esta nueva modalidad el gobierno mexicano actúa como el garante “aval” del fideicomiso, lo cual contraviene el espíritu original de los PIDIREGAS ya que tiene que destinar recursos a garantizar el fideicomiso y por otro lado lo obliga a ser aval de los endeudamientos de los privados, por lo que en términos prácticos la deuda de los PIDIREGAS es una deuda contingente para el gobierno mexicano.
Esta situación ha provocado que las personas o empresas privadas, que realizan los proyectos de PIDIREGAS hayan quedado como meros “intermediarios” que sólo encarecen el costo de estos proyectos, ya que sin ningún riesgo obtienen utilidades, por lo que bajo esta modalidad “viciada” , le convendría mucho más al gobierno y a los mexicanos, que fuese directamente el Estado Mexicano, el que realizara las inversiones y en todo caso financiara sus proyectos directamente con créditos del exterior, o bien con recursos propios.
Más aún, la Auditoria Superior de la Federación anteriormente Contaduría Mayor de Hacienda, ha venido realizando desde hace varios años observaciones muy importantes a dicho esquema de financiamiento una de ellas se cita textualmente: “El esquema que PEMEX utiliza para allegarse de recursos que aplica a los PIDIREGAS consiste en la contratación de deuda a través del FIDEICOMISO MAESTRO, no respeta la norma vigente debido a que el contratista ganador de las licitaciones sea quién financie, con recursos propios o mediante la adquisición de deuda, la ejecución del proyecto”.
La incertidumbre y volatilidad del mercado petrolero y energético en general podría generar la posibilidad de que esta deuda hasta ahora contingente se convirtiera en una deuda formal del Gobierno Federal, de hecho desde los Presupuestos de Egresos de la Federación para 2004 y 2005 ya se ha considerado un costo financiero por 18 y 21 mil millones de pesos respectivamente para estos proyectos, cabe mencionar que el costo financiero (intereses) que el Gobierno Mexicano pagó en 2006, por estos proyectos se estima en 33 mil millones de pesos y para el 2007 será de 38 mil millones de pesos.
IV.- Situación Actual:
La deuda por PIDIREGAS ha rebasado ya a la deuda externa directa y representa el 16.5% de la deuda total de la economía mexicana, más aún durante los últimos 6 años la deuda por PIDIREGAS pasó de 150 mil millones de pesos en diciembre de 2000 a 554 mil 265 millones de pesos en diciembre de 2006.
A lo anterior hay que añadir que de acuerdo a los informes de la SHCP, las amortizaciones de estos proyectos para el 2008, es decir sólo los pagos del saldo principal, ascenderán a poco mas de 38 mil millones de pesos (3,816.8 millones de dólares)
Eso sin contar los intereses que generan los PIDIREGAS y que para el 2007, de acuerdo al Presupuesto de Egresos de la Federación, se estiman en 38 mil 600 millones de pesos, cifra equivalente a los pagos del principal que se realizarán para el próximo año.
lunes, 5 de noviembre de 2007
lectura importante
Los Perversos Efectos Psicológicos Del Capitalismo Salvaje Neoliberalismo, Resistencia Popular Y Salud Mental
James Petras
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Los quebrantos socioeconómicos causados por la economía neoliberal son muy evidentes en todo el planeta. Millones de trabajadores han perdido sus puestos, la patronal ha obtenido un control casi absoluto del lugar de trabajo y ha aumentado con ello los índices de explotación, mientras que decenas de millones de campesinos y de pequeños agricultores han perdido sus trabajos, los salarios han disminuido y la pobreza se ha disparado. Al mismo tiempo, la renta de los altos ejecutivos de las principales corporaciones se ha multiplicado por 10.
Lo que no ha recibido una atención seria es el daño psicológico infligido a los trabajadores asalariados y eventuales, que en muchos aspectos es tan grave como las pérdidas materiales. Las entrevistas, los testimonios y las visitas a las comunidades revelan las patologías mentales debidas al desempleo, a la inseguridad en el trabajo y a la degradación de éste: los índices de depresión crónica, de rupturas familiares, de suicidio, de violencia doméstica, de malos tratos infantiles y de comportamiento antisocial están en aumento, en particular si los desempleados se encuentran aislados o son incapaces de exteriorizar suhostilidad y su rabia mediante la acción social colectiva. La impotencia social y política del individuo genera impotencia personal y se expresa bajo la forma de pérdida de la autoestima, de trastornos sexuales y de inversión de la rabia hacia el interior, lo cual da lugar a un comportamiento autodestructivo. Soy de la opinión que la organización y la acción colectivas, bajo la forma de movimientos de desempleados, de organizaciones sociales comunitarias que llevan a cabo exigencias colectivas tienen un efecto positivo no sólo sobre la creación de nuevas oportunidades de trabajo, sino también desde el punto de vista terapéutico. Las luchas colectivas incrementan la autoestima y la eficacia personal, crean solidaridad y ofrecen una perspectiva social, todo lo cual reduce la anomia.
MétodoCon respecto a la salud mental colectiva, el enfoque dialéctico es la mejor manera de estudiar la relación existente entre fenómenos macropoliticoeconómicos, tales como el neoliberalismo, y el comportamiento psicológico microsocial. De la misma manera que las decisiones macroeconómicas que toman banqueros y ejecutivos afectan el empleo –y, de rebote, el desempleo y las psiques individuales–, las respuestas del trabajador –ya se trate de una depresión o de su implicación en un movimiento social– pueden asimismo tener una consecuencia importante sobre la macroeconomía, ya sea por medio de la ocupación de fábricas o del cambio de las formas de la propiedad.
Franz Fanon, en su ya clásico libro The Wretched of the Earth [Los desheredados de la tierra], señaló los efectos psicológicos profundos y negativos que la opresión política y económica ejerce sobre los individuos cuando éstos se encuentran atomizados. Estudios recientes han puesto de relieve que el desempleo prolongado conduce a los trabajadores al desánimo y a la falta de voluntad para inscribirse en las listas oficiales de desempleo. Ello hace que las estadísticas distorsionen y subestimen seriamente los índices reales, ya que no dejan constancia de los trabajadores no inscritos por causa de depresión. A su vez, esto permite que los portavoces de las clases dominantes hagan propaganda sobre la salud de la economía y sobre la supuesta mejora del empleo.
La lógica dialéctica de la estructura política y económica, de la organización social y de la mente individual funciona desde los niveles superiores a los medios y desde éstos a los inferiores. El capital internacional, la patronal local y la camarilla política, que hace de correa de transmisión, toman las grandes decisiones en el nivel superior y dichas decisiones reflejan las relaciones de poder existentes entre las clases y los estados-nación. Este es el contexto actual que vive América Latina entre el imperialismo yanqui y sus regímenes clientes.
Las decisiones de la elite tienen un impacto sobre las organizaciones sociales, las relaciones de clase entre los trabajadores asalariados, las organizaciones sociales, los barrios, etc. La organización social sirve de mediador entre las clases dominantes y el individuo, reforzando el impacto negativo, mejorando los efectos u ofreciendo formas de resistencia colectiva. De manera dialéctica, la reacción individual (o la falta de reacción) influye sobre la organización social y, en circunstancias excepcionales, puede incluso invertir de manera parcial o total las decisiones macroeconómicas y el dominio de las elites.
La salud mental, más que un trastorno hereditario o anclado en las experiencias infantiles, está socialmente determinada por las relaciones de poder, lo cual sugiere que quienes sufren de enfermedad mental o depresión inducidas por el desempleo, la inseguridad laboral o la disminución del nivel de vida, pueden acceder a la curación a través de la resocialización adulta (la conciencia de clase), ya sea a través de la organización colectiva o de la acción social.
Los problemas socioeconómicos inducidos por el neoliberalismo tienen consecuencias para la salud mental
El trabajo organiza nuestra vida, nuestras costumbres diarias, nuestro ocio, nuestro nivel de vida y nuestra vida familiar. La pérdida del trabajo altera la disciplina cotidiana, vacía el bolsillo (o la cuenta bancaria) y deja al individuo lleno de deudas y con una sensación de pánico. Hoy en día, la patronal utiliza tácticas de choque: los despidos repentinos, sin previo aviso para evitar protestas u organizaciones colectivas, aíslan todavía más a la víctima. Si la pérdida del trabajo se vio precedida por un sentimiento de inseguridad, puede que el trabajador o el empleado experimenten al principio una sensación de alivio cuando la tensión entre el trabajo y su ausencia se ha resuelto, aunque sea de manera desfavorable. No obstante, este alivio inicial se ve reemplazado por la depresión cuando el desempleado va al mercado de trabajo y descubre que no hay nada para él. El rechazo repetido de sus peticiones lo conduce a la depresión, en especial cuando la ausencia de empleo se vive como un fracaso personal, lo cual sucede cuando patrones y economistas culpan al individuo de no poseer los atributos personales apropiados, de ser demasiado viejo, demasiado joven, de no vivir en la región apropiada, etc. Sin embargo, cuando el desempleado socializa su problema, comprueba que éste afecta a millones de otros seres y que los responsables son las clases dominantes y las camarillas políticas y se entera de que existen medios para exteriorizar la rabia mediante la acción política, es menos probable que sufra los peores efectos de la depresión.
El segundo problema inducido por el neoliberalismo es la reducción de los niveles de vida y de la renta. Los despidos obligan a los trabajadores a buscar empleos peor pagados o a echar mano de sus ahorros y, en muchos casos, a caer por debajo de los niveles de pobreza. La pérdida de estatuto social, el miedo y la inseguridad frente a la incapacidad de pagar las facturas de la electricidad, del agua o la hipoteca de la casa crean una profunda y constante ansiedad y una pérdida del respeto de sí mismo. En algunos casos, en especial entre los empleados de oficina, éstos mantienen la fachada de respetabilidad incluso cuando sus bases materiales han desaparecido. No es infrecuente observar a profesionales desempleados, con chaqueta y corbata, leyendo los anuncios de trabajo en el periódico. El intento desesperado de mantener las apariencias frente a la decadencia ha llevado acomportamientos esquizofrénicos: se vive como un proletario mientras que, al mismo tiempo, se niega la realidad.
La pérdida del empleo o los salarios de miseria dan lugar al colapso del estilo de vida, a la pobreza, al aislamiento, a la intensificación de los conflictos familiares y a una sensación de impotencia.
Las crisis económicas del neoliberalismo, en particular el aumento del desempleo y la proliferación de los trabajos mal pagados e inseguros, tienen múltiples efectos, que se extienden más allá de las condiciones materiales de vida y afectan tanto al ser social como a las relaciones más íntimas de los individuos que las sufren.
Los efectos sociales y psicológicos
La personalidad al completo se ve afectada por el colapso provocado por el neoliberalismo, pero la respuesta varía según sean las personas y los contextos. La respuesta inicial más frecuente es un choque profundo y una depresión, en muchos casos acompañados de rabia que, si se posee conciencia de clase, se dirige contra los patrones o los políticos tradicionales. Otros, quienes confían en sus jefes, pasan a odiarse a sí mismos, pues aceptan las explicaciones que éstos les dan: son ‘culpables’ de lo que les sucede.
En tales circunstancias, existe una tendencia a retraerse, a sentir vergüenza y perder la autoestima, lo cual conduce a la disminución de la libido, al insomnio y a la incapacidad para dar o recibir afecto. La hostilidad reprimida en contra del poder superior se desplaza hacia abajo: contra la pareja, los hijos o los amigos. Por el contrario, cuando el trabajador victimado socializa su descontento y lo convierte en un problema público, es más fácil que la hostilidad se canalice en movimientos sociales, que dirigen la agresión hacia la patronal y el estado. No obstante, si no existen movimientos progresistas, la hostilidad exteriorizada corre el peligro de caer bajo el control de grupos que actúan contra otros trabajadores o colectivos marginales (minorías raciales, mujeres inmigrantes, etc.).
Patologías extremas
En circunstancias extremas, la interiorización de los problemas sociales o la autodepreciación pueden conducir a tendencias al suicidio, a comportamientos autodestructores (alcoholismo crónico o drogadicción), a conductas homicidas o a una paranoia clínica. En un contexto político, la autodepreciación refuerza el complejo de inferioridad y puede hacer que el individuo se ponga del lado de la poderosa elite que le inflige los tormentos, o bien que desarrolle una personalidad fascista, que se pone de rodillas ante los poderosos y ataca a los desvalidos. Son, en potencia, tropas de ataque de la derecha listas para ser reclutadas.
Salud mental y militancia social y política
Incluso si es casi inevitable un cierto grado de trastorno mental con las crisis económicas y la pérdida del empleo, su grado y duración pueden ser contrarrestados mediante las propiedades curativas de la organización y la acción social y política.
Los efectos de choque de los despidos de fábricas u oficinas pueden hacer que los trabajadores y los empleados comprendan la naturaleza arbitraria y explotadora del poder corporativo. El despido destruye el falso sentido de las lealtades y de las obligaciones mutuas entre el capital y el mundo del trabajo y revela en toda su brutalidad la auténtica sustancia de las relaciones capitalistas: los beneficios están por encima del sustento, de la familia o del trabajador individual. Y así, el trabajador sin empleo se ve forzado a aceptar que su situación personal constituye un ejemplo del concepto marxista de los intereses antagónicos entre el capital y el trabajo, pues los años de esfuerzo, de puntualidad, de lealtad y de productividad no impiden que sea algo desechable, como un condón que se tira después de utilizado.
La salud mental de los trabajadores desempleados depende del grado de solidaridad social con que se encuentran una vez expulsados de su lugar de trabajo. Entre el despido y las organizaciones sociales de los trabajadores victimados, las relaciones del individuo con su entorno social tienen un efecto importante sobre su salud mental.
Los movimientos sociales, en particular las asambleas populares y los movimientos de trabajadores desempleados, proporcionan un marco para la transformación de los problemas privados individuales en respuestas sociales colectivas, pues exteriorizan la hostilidad contra el sistema, contra la patronal económica y política. Las asambleas son un foro donde los individuos pueden hablar y expresar sus ideas y sentimientos, así como escuchar y aprender de otros que se encuentran en la misma situación social. Las manifestaciones a favor de exigencias programáticas proporcionan dirección y objetivos y ayudan a vencer el sentido de impotencia, de aislamiento y de anomia.
La acción colectiva es una forma de terapia social, pero no a través de la consulta de un profesional de pago, sino en la calle, con la gente que comparte las mismas condiciones en el mundo real, con sus peligros (de represión) y sus victorias (los cambios sociales). La acción social incluye organización, participación, implicación individual y debate, que aumentan la autoestima, porque utilizan las capacidades y el conocimiento del desempleado. El logro de cambios o reformas a través de la acción colectiva, ya sea bajo la forma de obras públicas financiadas por el estado o de empresas económicas de base comunitaria, proporcionan esperanza para el futuro y beneficios inmediatos.
En este contexto, la catástrofe económica se convierte en una experiencia de aprendizaje, de solidaridad práctica, no en una competición individual; de igualdad social, no de distinciones injustas.
Cuando los movimientos sociales de desempleados o las asambleas populares están organizadas, se suelen basar en redes familiares y comunitarias. La familia, en vez de convertirse en un terreno de conflicto, es la base del apoyo social, donde los compañeros comparten trabajo casero y valores sociales comunes. Los vecindarios se unen para organizar proyectos de autoayuda mientras se movilizan para el cambio del sistema.
Las nuevas relaciones creadas por los lazos sociales de solidaridad de clase disminuyen la alienación encarnada en las relaciones corporativas y en las jerarquías estatales. La integración social en los movimientos colectivos disminuye el comportamiento antisocial y la inclinación a las tendencias delictivas.
Los sentimientos de solidaridad en la familia refuerzan los lazos íntimos y el afecto personal. La exteriorización de los conflictos aumenta la estima personal y el deseo sexual.
Los movimientos sociales y la acción política no pueden ayudar a los individuos afectados de patologías extremas o aumentar la autoestima de las víctimas que continúan aferradas a sus verdugos. Tampoco la acción social resuelve los problemas económicos fundamentales que deterioran la salud mental, pero es un paso en la buena dirección hacia una nueva persona con mayor sensibilidad y solidaridad. Ya lo dice el eslogan del movimiento de trabajadores desempleados: "Tocas uno, tocas todos
James Petras
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Los quebrantos socioeconómicos causados por la economía neoliberal son muy evidentes en todo el planeta. Millones de trabajadores han perdido sus puestos, la patronal ha obtenido un control casi absoluto del lugar de trabajo y ha aumentado con ello los índices de explotación, mientras que decenas de millones de campesinos y de pequeños agricultores han perdido sus trabajos, los salarios han disminuido y la pobreza se ha disparado. Al mismo tiempo, la renta de los altos ejecutivos de las principales corporaciones se ha multiplicado por 10.
Lo que no ha recibido una atención seria es el daño psicológico infligido a los trabajadores asalariados y eventuales, que en muchos aspectos es tan grave como las pérdidas materiales. Las entrevistas, los testimonios y las visitas a las comunidades revelan las patologías mentales debidas al desempleo, a la inseguridad en el trabajo y a la degradación de éste: los índices de depresión crónica, de rupturas familiares, de suicidio, de violencia doméstica, de malos tratos infantiles y de comportamiento antisocial están en aumento, en particular si los desempleados se encuentran aislados o son incapaces de exteriorizar suhostilidad y su rabia mediante la acción social colectiva. La impotencia social y política del individuo genera impotencia personal y se expresa bajo la forma de pérdida de la autoestima, de trastornos sexuales y de inversión de la rabia hacia el interior, lo cual da lugar a un comportamiento autodestructivo. Soy de la opinión que la organización y la acción colectivas, bajo la forma de movimientos de desempleados, de organizaciones sociales comunitarias que llevan a cabo exigencias colectivas tienen un efecto positivo no sólo sobre la creación de nuevas oportunidades de trabajo, sino también desde el punto de vista terapéutico. Las luchas colectivas incrementan la autoestima y la eficacia personal, crean solidaridad y ofrecen una perspectiva social, todo lo cual reduce la anomia.
MétodoCon respecto a la salud mental colectiva, el enfoque dialéctico es la mejor manera de estudiar la relación existente entre fenómenos macropoliticoeconómicos, tales como el neoliberalismo, y el comportamiento psicológico microsocial. De la misma manera que las decisiones macroeconómicas que toman banqueros y ejecutivos afectan el empleo –y, de rebote, el desempleo y las psiques individuales–, las respuestas del trabajador –ya se trate de una depresión o de su implicación en un movimiento social– pueden asimismo tener una consecuencia importante sobre la macroeconomía, ya sea por medio de la ocupación de fábricas o del cambio de las formas de la propiedad.
Franz Fanon, en su ya clásico libro The Wretched of the Earth [Los desheredados de la tierra], señaló los efectos psicológicos profundos y negativos que la opresión política y económica ejerce sobre los individuos cuando éstos se encuentran atomizados. Estudios recientes han puesto de relieve que el desempleo prolongado conduce a los trabajadores al desánimo y a la falta de voluntad para inscribirse en las listas oficiales de desempleo. Ello hace que las estadísticas distorsionen y subestimen seriamente los índices reales, ya que no dejan constancia de los trabajadores no inscritos por causa de depresión. A su vez, esto permite que los portavoces de las clases dominantes hagan propaganda sobre la salud de la economía y sobre la supuesta mejora del empleo.
La lógica dialéctica de la estructura política y económica, de la organización social y de la mente individual funciona desde los niveles superiores a los medios y desde éstos a los inferiores. El capital internacional, la patronal local y la camarilla política, que hace de correa de transmisión, toman las grandes decisiones en el nivel superior y dichas decisiones reflejan las relaciones de poder existentes entre las clases y los estados-nación. Este es el contexto actual que vive América Latina entre el imperialismo yanqui y sus regímenes clientes.
Las decisiones de la elite tienen un impacto sobre las organizaciones sociales, las relaciones de clase entre los trabajadores asalariados, las organizaciones sociales, los barrios, etc. La organización social sirve de mediador entre las clases dominantes y el individuo, reforzando el impacto negativo, mejorando los efectos u ofreciendo formas de resistencia colectiva. De manera dialéctica, la reacción individual (o la falta de reacción) influye sobre la organización social y, en circunstancias excepcionales, puede incluso invertir de manera parcial o total las decisiones macroeconómicas y el dominio de las elites.
La salud mental, más que un trastorno hereditario o anclado en las experiencias infantiles, está socialmente determinada por las relaciones de poder, lo cual sugiere que quienes sufren de enfermedad mental o depresión inducidas por el desempleo, la inseguridad laboral o la disminución del nivel de vida, pueden acceder a la curación a través de la resocialización adulta (la conciencia de clase), ya sea a través de la organización colectiva o de la acción social.
Los problemas socioeconómicos inducidos por el neoliberalismo tienen consecuencias para la salud mental
El trabajo organiza nuestra vida, nuestras costumbres diarias, nuestro ocio, nuestro nivel de vida y nuestra vida familiar. La pérdida del trabajo altera la disciplina cotidiana, vacía el bolsillo (o la cuenta bancaria) y deja al individuo lleno de deudas y con una sensación de pánico. Hoy en día, la patronal utiliza tácticas de choque: los despidos repentinos, sin previo aviso para evitar protestas u organizaciones colectivas, aíslan todavía más a la víctima. Si la pérdida del trabajo se vio precedida por un sentimiento de inseguridad, puede que el trabajador o el empleado experimenten al principio una sensación de alivio cuando la tensión entre el trabajo y su ausencia se ha resuelto, aunque sea de manera desfavorable. No obstante, este alivio inicial se ve reemplazado por la depresión cuando el desempleado va al mercado de trabajo y descubre que no hay nada para él. El rechazo repetido de sus peticiones lo conduce a la depresión, en especial cuando la ausencia de empleo se vive como un fracaso personal, lo cual sucede cuando patrones y economistas culpan al individuo de no poseer los atributos personales apropiados, de ser demasiado viejo, demasiado joven, de no vivir en la región apropiada, etc. Sin embargo, cuando el desempleado socializa su problema, comprueba que éste afecta a millones de otros seres y que los responsables son las clases dominantes y las camarillas políticas y se entera de que existen medios para exteriorizar la rabia mediante la acción política, es menos probable que sufra los peores efectos de la depresión.
El segundo problema inducido por el neoliberalismo es la reducción de los niveles de vida y de la renta. Los despidos obligan a los trabajadores a buscar empleos peor pagados o a echar mano de sus ahorros y, en muchos casos, a caer por debajo de los niveles de pobreza. La pérdida de estatuto social, el miedo y la inseguridad frente a la incapacidad de pagar las facturas de la electricidad, del agua o la hipoteca de la casa crean una profunda y constante ansiedad y una pérdida del respeto de sí mismo. En algunos casos, en especial entre los empleados de oficina, éstos mantienen la fachada de respetabilidad incluso cuando sus bases materiales han desaparecido. No es infrecuente observar a profesionales desempleados, con chaqueta y corbata, leyendo los anuncios de trabajo en el periódico. El intento desesperado de mantener las apariencias frente a la decadencia ha llevado acomportamientos esquizofrénicos: se vive como un proletario mientras que, al mismo tiempo, se niega la realidad.
La pérdida del empleo o los salarios de miseria dan lugar al colapso del estilo de vida, a la pobreza, al aislamiento, a la intensificación de los conflictos familiares y a una sensación de impotencia.
Las crisis económicas del neoliberalismo, en particular el aumento del desempleo y la proliferación de los trabajos mal pagados e inseguros, tienen múltiples efectos, que se extienden más allá de las condiciones materiales de vida y afectan tanto al ser social como a las relaciones más íntimas de los individuos que las sufren.
Los efectos sociales y psicológicos
La personalidad al completo se ve afectada por el colapso provocado por el neoliberalismo, pero la respuesta varía según sean las personas y los contextos. La respuesta inicial más frecuente es un choque profundo y una depresión, en muchos casos acompañados de rabia que, si se posee conciencia de clase, se dirige contra los patrones o los políticos tradicionales. Otros, quienes confían en sus jefes, pasan a odiarse a sí mismos, pues aceptan las explicaciones que éstos les dan: son ‘culpables’ de lo que les sucede.
En tales circunstancias, existe una tendencia a retraerse, a sentir vergüenza y perder la autoestima, lo cual conduce a la disminución de la libido, al insomnio y a la incapacidad para dar o recibir afecto. La hostilidad reprimida en contra del poder superior se desplaza hacia abajo: contra la pareja, los hijos o los amigos. Por el contrario, cuando el trabajador victimado socializa su descontento y lo convierte en un problema público, es más fácil que la hostilidad se canalice en movimientos sociales, que dirigen la agresión hacia la patronal y el estado. No obstante, si no existen movimientos progresistas, la hostilidad exteriorizada corre el peligro de caer bajo el control de grupos que actúan contra otros trabajadores o colectivos marginales (minorías raciales, mujeres inmigrantes, etc.).
Patologías extremas
En circunstancias extremas, la interiorización de los problemas sociales o la autodepreciación pueden conducir a tendencias al suicidio, a comportamientos autodestructores (alcoholismo crónico o drogadicción), a conductas homicidas o a una paranoia clínica. En un contexto político, la autodepreciación refuerza el complejo de inferioridad y puede hacer que el individuo se ponga del lado de la poderosa elite que le inflige los tormentos, o bien que desarrolle una personalidad fascista, que se pone de rodillas ante los poderosos y ataca a los desvalidos. Son, en potencia, tropas de ataque de la derecha listas para ser reclutadas.
Salud mental y militancia social y política
Incluso si es casi inevitable un cierto grado de trastorno mental con las crisis económicas y la pérdida del empleo, su grado y duración pueden ser contrarrestados mediante las propiedades curativas de la organización y la acción social y política.
Los efectos de choque de los despidos de fábricas u oficinas pueden hacer que los trabajadores y los empleados comprendan la naturaleza arbitraria y explotadora del poder corporativo. El despido destruye el falso sentido de las lealtades y de las obligaciones mutuas entre el capital y el mundo del trabajo y revela en toda su brutalidad la auténtica sustancia de las relaciones capitalistas: los beneficios están por encima del sustento, de la familia o del trabajador individual. Y así, el trabajador sin empleo se ve forzado a aceptar que su situación personal constituye un ejemplo del concepto marxista de los intereses antagónicos entre el capital y el trabajo, pues los años de esfuerzo, de puntualidad, de lealtad y de productividad no impiden que sea algo desechable, como un condón que se tira después de utilizado.
La salud mental de los trabajadores desempleados depende del grado de solidaridad social con que se encuentran una vez expulsados de su lugar de trabajo. Entre el despido y las organizaciones sociales de los trabajadores victimados, las relaciones del individuo con su entorno social tienen un efecto importante sobre su salud mental.
Los movimientos sociales, en particular las asambleas populares y los movimientos de trabajadores desempleados, proporcionan un marco para la transformación de los problemas privados individuales en respuestas sociales colectivas, pues exteriorizan la hostilidad contra el sistema, contra la patronal económica y política. Las asambleas son un foro donde los individuos pueden hablar y expresar sus ideas y sentimientos, así como escuchar y aprender de otros que se encuentran en la misma situación social. Las manifestaciones a favor de exigencias programáticas proporcionan dirección y objetivos y ayudan a vencer el sentido de impotencia, de aislamiento y de anomia.
La acción colectiva es una forma de terapia social, pero no a través de la consulta de un profesional de pago, sino en la calle, con la gente que comparte las mismas condiciones en el mundo real, con sus peligros (de represión) y sus victorias (los cambios sociales). La acción social incluye organización, participación, implicación individual y debate, que aumentan la autoestima, porque utilizan las capacidades y el conocimiento del desempleado. El logro de cambios o reformas a través de la acción colectiva, ya sea bajo la forma de obras públicas financiadas por el estado o de empresas económicas de base comunitaria, proporcionan esperanza para el futuro y beneficios inmediatos.
En este contexto, la catástrofe económica se convierte en una experiencia de aprendizaje, de solidaridad práctica, no en una competición individual; de igualdad social, no de distinciones injustas.
Cuando los movimientos sociales de desempleados o las asambleas populares están organizadas, se suelen basar en redes familiares y comunitarias. La familia, en vez de convertirse en un terreno de conflicto, es la base del apoyo social, donde los compañeros comparten trabajo casero y valores sociales comunes. Los vecindarios se unen para organizar proyectos de autoayuda mientras se movilizan para el cambio del sistema.
Las nuevas relaciones creadas por los lazos sociales de solidaridad de clase disminuyen la alienación encarnada en las relaciones corporativas y en las jerarquías estatales. La integración social en los movimientos colectivos disminuye el comportamiento antisocial y la inclinación a las tendencias delictivas.
Los sentimientos de solidaridad en la familia refuerzan los lazos íntimos y el afecto personal. La exteriorización de los conflictos aumenta la estima personal y el deseo sexual.
Los movimientos sociales y la acción política no pueden ayudar a los individuos afectados de patologías extremas o aumentar la autoestima de las víctimas que continúan aferradas a sus verdugos. Tampoco la acción social resuelve los problemas económicos fundamentales que deterioran la salud mental, pero es un paso en la buena dirección hacia una nueva persona con mayor sensibilidad y solidaridad. Ya lo dice el eslogan del movimiento de trabajadores desempleados: "Tocas uno, tocas todos